domingo, 7 de junio de 2015

EL ARTISTA DE LA MÁQUINA DE ESCRIBIR

Hace unos días publicamos un post que, bajo el título de “Nunca juzgues un libro”, pretendíamos reflexionar sobre una realidad social que nos encontramos todos los días: la valoración que se suele hacer de las personas por su apariencia.
Mas las apariencias engañan, no siempre lo que vemos refleja la realidad de esa persona, de la vida de esa persona que no deja de ser como un libro, del que sólo vemos su portada.
Hoy quiero relataros la historia de una de esas personas. Una de esas personas que yo llamo “DIFERENTES”, porque, en realidad, tienen otras cualidades que los “NORMALES” no sabemos valorar o apreciar. Son todas esas personas que, en nuestro entorno, solemos escuchar definir como “discapacitados”, “deficientes”, “minusválidos”… Todas esas personas que la doctora Judith M. LeBlanc define, desde 1998, como “personas con habilidades diferentes”.
Dra. Judith M. LeBlanc
Judith es doctora en psicología y directora de investigación del Centro Ann Sullivan del Perú y defiende su teoría de que “cada niño debería tener una educación según sus cualidades y la oportunidad de llegar a ser personas independientes, productivas y felices en la vida tanto como sea posible.”
Esta es la historia de aquel niño diferente. Aquel niño que hoy es conocido como “Paul Smith, el artista de la máquina de escribir”.
El verano estaba llegando a su fin en Filadelfia (EEUU). Era el 21 de septiembre de 1921 cuando nació aquel niño con parálisis cerebral severa, que afectaba a su movilidad y su habla. En aquella época estos niños, prácticamente, eran desahuciados por los médicos, quienes diagnosticaban pocos años de supervivencia. Mas Paul Smith vivió más años que muchos de los humanos de aquella época, murió en el año 2007, poco antes de cumplir los 86 años. Y si por los médicos fue desahuciado, del mismo modo lo fue por los sistemas educativos. Por aquel entonces nadie se preocupaba por el desarrollo del intelecto de estos niños. 
No podía hablar, no podía agarrar un lápiz, mas sentía la necesidad de comunicarse. A los once años un vecino, al parecer, puso ante él lo que sería su primer juguete, una máquina de escribir, para que se entretuviera aporreando sus teclas. Mas para Paul, aquella máquina fue más que un juguete, fue su medio de comunicación, fue el instrumento a través del cual pudo expresarse. No sabía hablar, pues no aprendió hasta los dieciséis años, pero con aquella máquina de escribir y los símbolos de la parte superior de su teclado: “ * % & ( ) _ ‘ / ^. Al no poder utilizar las dos manos, bloqueaba las mayúsculas para que solo se imprimieran esos signos.
Así creó sus primeras obras. Una de ellas refleja su entorno, la habitación donde pasaba su vida, y en la que no falta su inseparable máquina de escribir.
 La Gioconda y detalle de la misma
Aquellas primera pinturas fueron siempre en blanco y negro, hasta que aparecieron las cintas tintadas en color para las máquinas de escribir y el llegó a cambiar el modelo de máquina. Fue tal el dominio que adquirió sobre la técnica de pintura que sus dibujos parecen ser realizados con lápiz o carboncillo.
 Ardilla y detalle de la misma
Una ardilla de la que llegó a ser gran amigo
Un conjunto de algunos de sus dibujos de animales
Composición con algunas de sus obras
Dedicaba varias horas al día para la creación de sus obras y lo hacía mientras escuchaba música clásica que ambientaba su habitación. Cuando sus padres fallecieron, Paul cambió su habitación a una residencia, donde continuó con sus dibujos pintados con su máquina de escribir hasta que, en 2004, las cataratas que afectaron a sus ojos le apartaron de su gran pasión. 

Jamás llegó a vender ninguno de sus dibujos, todos los regalaba. Se calcula que fueron más de 400 obras las que creó. Mas ninguna de ellas las encontrarmos dentro del mundillo elitista del arte, pero él abrió el camino para que otros muchos artistas lo recorrieran después. Paul Smith no solo destacó con sus dibujos, además dominó y sobresalió en el ajedrez.
Tal vez parezca increíble esta historia, pero Hoax Slayer, un sitio web dedicado a verificar la veracidad de muchas de esas leyendas que circulan por la red, la da por cierta (http://www.hoax-slayer.com/amazing-typewriter-art.shtml).
No juzguemos por las apariencias. Cualquier persona tiene mucho que dar y podemos aprender de ella. La doctora Judith LeBlanc escribió un poema que expresa lo que todas esas personas con habilidades diferentes quisieran transmitir
Soy una persona.
Una persona con sueños.
Una persona con metas por lograr.
Una persona que quiere tener éxito en el trabajo elegido.
Una persona que quiere amar y ser amada.
Una persona que quiere ser aceptada y tener amigos.
Una persona que quiere ser valorada por las contribuciones que hago.
Una persona que quiere oportunidades
para ser independiente, productivo y feliz en la vida. 
También soy una persona con habilidades diferentes.
Una persona que desea las mismas cosas que tú en la vida.
No quiero depender de nadie.
No quiero que tomen decisiones por mí.
No quiero que me compadezcan o traten diferente. 
... Sólo quiero que me den oportunidades para aprender
... y demostrar lo que puedo hacer.
Porque, imaginemos qué sería de nuestra vida si los demás nos trataran siempre como niños, como si nadie nos entendiera, si todos pretendieran hacer las cosas por ti sin dejarte libertad para hacer o tomar tus decisiones… si nos trataran así ¿cómo nos sentiríamos? Seríamos, como ellos son en muchas ocasiones, libros cerrados que nadie se ha atrevido a leerlos simplemente por su portada.







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