viernes, 28 de marzo de 2014


IMPERIO ROMANO DE ORIENTE
Busto de Antígono sobre fondo del territorio que se adjudicó
Gaza, durante el periodo helenista, siguió siendo una ciudad importante por su situación estratégica y como centro de comercio marítimo, como anteriormente hemos reflejado, de ahí que siempre fuera objeto de deseo para unos y otros de aquellos “sucesores” de Alejandro. En la primera división del imperio, Gaza quedó dentro del territorio que se adjudicó Antigono Monoftalmos, conocido con el sobrenombre de “el Cíclope” pues tenía un solo ojo, tras perder uno de ellos en una de las batallas.
A los seléucidas se les conoce como los habitantes del estado sucesor de Alejandro Magno, nombre derivado de su primer soberano Seleuco I Nicátor. Centró su poder en Oriente Próximo, y en su plenitud incluía Anatolia central, el levante de oriente hasta Damasco, incluida Jerusalén (pero no Tiro ni Gaza), Mesopotamia, Persia, la actual Turkmenistán, Pamir, y algunas zonas de Pakistán. Pero fue un imperio que estuvo siempre sometido a luchas internas por el poder, que lo hacían cada vez más inestable, lo que le llevó a ir perdiendo posesiones de su amplio territorio. En el año 100 a.C., aquel gran imperio abarcaba poco más que Antioquía y algunas ciudades Siria.
Efigie de Antioco XIII en una moneda
Él, junto a Ptolomeo, quien gobernará sobre Egipto como Ptolomeo I Soter, y Seleuco, que se adjudicó Babilonia y Siria dando origen al imperio seléucida como Seleuco I Nikator, habían acompañado a Alejandro Magno durante la guerra contra Persia, y en su paso del Helesponto (hoy Dardanelos). Durante este periodo se produce la insurrección de los asmoneos, que los seléucidas, debilitados por sus numerosas batallas  no logran dominar,  e instauran un reino judío independiente, que llega a su plena expansión durante el reinado de Antíoco XIII Asiático, a quien Pompeyo en el 64 a.C. depuso, convirtiendo Siria en provincia romana. Se le suele considerar como el último de los seléucidas, pese a que Filipo II Filorromano reinó en parte de Siria después de él.
 Ilustración de la expansión del reino de Judea
Los asmoneos eran una facción dentro del pueblo judío que aglutinaba a todos aquellos cuyos objetivos estaban por encima de la lucha por su fe, eran las ambiciones personales y de poder lo que imperaba por encima de todo. De hecho los textos rabínicos transmitidos en el canon de la Tanaj, no incluyen esta parte de la historia de la dinastía judía, según dicen por estar escritos los libros que la contienen en griego, deteniéndose en los macabeos.
Composición con las imágenes de Cleopatra, Ptolomeo y Alejandro Janneo
Eran tiempos en que las ambiciones personales y las luchas por el poder imperaban en todos los bandos, y Gaza era una de las ciudades más deseadas. Los enfrentamientos entre Ptolomeo Latiro, a quien su madre la reina Cleopatra III de Egipto había desterrado del mismo, fueron aprovechados por Alejandro Janneo, por aquellas fechas rey de Judea, quien no dudaba en negociar con ambos a la vez para conseguir sus objetivos.
Reproducción ilustrativa de las efigies en monedas sobre fondo de una reproducción del Templo de Jerusalén
Alejandro Janneo hijo menor de Juan Hircano, y hermano de Aristóbulo I, a quien sucedió. Había sufrido prisión junto a sus otros dos hermanos, durante el reinado de Aristóbulo I, a la muerte de este su esposa, Salomé Alejandra, liberó a los tres hermanos e instaló como rey a Jonatán, verdadero nombre de Alejandro Janneo, que él había helenizado añadiéndole “Alejandro”, con el que contrajo matrimonio. Tras ocupar el trono Alejandro hizo asesinar a uno de sus hermanos y al otro le perdonó la vida por estar dispuesto a llevar una vida pacífica y sin ambiciones de poder. Ejerció una tiranía despiadada y su reinado estuvo marcado por intrigas y luchas internas. En ningún momento supo ganarse el afecto de sus súbditos judíos, quienes no le llegaron a aceptar como rey (no procedía de la “casa de David”), y mucho menos como sumo sacerdote por su claro despego a los sentimientos religiosos, especialmente de los fariseos, a quienes reprimió salvajemente.
 Valle del Jordán
Dado a las tretas políticas y a las negociaciones falsas, tras una de estas tretas fallidas en las negociaciones con Ptolomeo Latiro, por un lado, y con Cleopatra III por otro, Alejandro Janneo, al frente de un ejército de mercenarios y judíos, sufrió una grave derrota frente al ejército de Ptolomeo Latiro, en uno de sus intentos de hacerse con la ciudad de Gaza. Fue en la batalla que se desarrolló en el lugar conocido como Asofón, en el valle del Jordán.
Después de este episodio y aprovechando el odio entre madre e hijo, se presentó ante Cleopatra III con hermosos regalos buscando su alianza, la que alcanzó tras intervenir a su favor uno de los oficiales judíos del ejército egipcio, Ananías. Tras esta alianza, Cleopatra regresó a Egipto, y Alejandro Janneo, libre ya de la presencia de Ptolomeo Letiro, que había regresado a Chipre y de la ambición de Cleopatra, inició la conquista de las ciudades de la baja Siria. Tomó Gadara y Amato, luego sitió y tomó Rafia y Antedón, para dirigirse después contra Gaza.
Gaza, gobernada por Apolodoro, uno de los militares de Ptolomeo Latiro a quien éste había cedido su defensa, quedó prácticamente aislada con la caída de Rafia y Antedón, pero sus habitantes dirigidos por Apolodoro, defendieron la ciudad durante un año con gran valor. Los actos heroicos de Apolodoro y la gran astucia con la que planificaba la defensa de la ciudad, generó entre los habitantes de Gaza un gran respeto y admiración, pero despertó en su hermano Lisímaco y otros personajes una gran envidia, villana pasión que les llevó a asesinarlo, y tras esta acción entregaron la ciudad a Alejandro Janneo, quien resentido por el odio hacia la ciudad por su apoyo a Ptolomeo Latiro en la batalla del valle del Jordán, dejó la ciudad al libre albedrío de sus soldados, con permiso de matar, robar y destruir sin mesura alguna. Los habitantes de Gaza defendieron su ciudad y sus vidas casa por casa, y antes de caer definitivamente causaron bastantes pérdidas entre el ejército judío. Tras esta defensa desesperada, Alejandro Janneo, desfogó su brutal pasión y convirtió esta antigua y famosa ciudad en un montón de ruinas. Esto ocurrió entre el 97 y el 96 a.C.
Por eso es conveniente y necesario conocer la Historia pues, en muchas ocasiones, la misma se repite.
Ejecución de los fariseos por Alejandro Janneo
Poco duraría su reinado pues, como queda reflejado, muchos de sus súbditos le odiaban y tuvo que reprimir varios motines en su contra, que resolvió con su característica crueldad. Su ejército estaba compuesto de mercenarios, hasta 6.000 de ellos sirvieron en sus filas, y algunos judíos que le eran fieles. Durante sus campañas de represión contra su propio pueblo, fueron muchos los judíos que perecieron, un número muy superior a los que lo hicieron en la toma de Jerusalén por parte de Cneo Pompeyo. Baste recordar aquí la ejecución de los fariseos. Alejandro Janneo falleció en el 76 a,C., en sus últimos días pidió a su esposa, Salomé Alejandra, que se aliara con los fariseos puesto que éstos contaban con el apoyo popular. Ésta logró la alianza y a partir de ese momento quien había sido odiado fue ensalzado por los mismos a quienes había masacrado.
Pompeyo
En el 63, a.C. Judea estaba inmersa, como venía sucediendo desde los tiempos de Alejandro Janneo, en luchas internas. En esta fecha eran dos hermanos judíos los que se enfrentaban por el poder:
 
Hircano II y Aristóbulo II
Hircano II, que apoyaba a los fariseos; y Aristóbulo II que estaba de parte de los saduceos. Ambos hermanos buscaron la ayuda de Cneo Pompeyo, general romano que se encontraba al frente de este ejército en el territorio de Siria, enviándole dinero para lograr su apoyo. Pompeyo optó por la opción de Hircano II, y un ejército compuesto de romanos y judíos asediaron Jerusalén durante tres meses. Aristóbulo fue arrestado y sus partidarios se encerraron en el templo que fue tomado. Se estima que fueron unos 12.000 los judíos que murieron en este enfrentamiento.
Ilustración de la celebración de un triunfo en la ciudad de Roma. El triunfo romano fue un desfile militar, protagonizado por un comandante victorioso, que tras recorrer los lugares más singulares de la ciudad romana daba inicio a un festival costeado por éste. Estos festejos eran adorados por el pueblo y servían de excelente propaganda política, por lo que se solía invertir grandes riquezas en la celebración con el fin de conseguir el apoyo popular en el senado. Los líderes derrotados eran exhibidos y conducidos por las calles hasta su destino final.
Arsitóbulo, junto con sus hijos, fue conducido a Roma a fin de hacerlo desfilar en el triunfo de Pompeyo, junto al numeroso botín conseguido durante su campaña en esta parte del mundo que ya quedaba bajo el imperio romano. Plutarco relata que dicho botín ascendía a la cantidad de 20.000 talentos de oro y plata que incrementaban el tesoro de Roma, más los impuestos para el tesoro público que alcanzaba la cifra de 50 a 85 millones de dracmas anuales. Pompeyo vinculó Judea a la provincia de Siria, aunque dejándole a Hircano una parte de autoridad como sumo sacerdote sobre Judea, Perea y Galilea.
 Busto de Marco Antonio
En el 47 a.C. Julio César, emperador romano, nombró a Herodes I  como procurador de Judea. Su padre descendía de una familia de Edom, los idumeos pueblo distinto al judío, y su madre era árabe de origen nabateo, aunque él estaba fuertemente influenciado por el pensamiento y la educación griega. En el 41 a.C. fue nombrado “tetrarca” para dirigir las relaciones de Roma con los judíos. En el 40 a.C. el senado romano, a petición de Marco Antonio, triunviro de Roma y poseedor de la parte oriental del imperio romano, le concedió el título de rey de Judea, con la condición de que acabara con las insurrecciones que se venía produciendo en ella contra los intereses del imperio romano.
Herodes quiso tener una capital a su altura. Para ello fundó Cesarea Marítima, a la que dotó de un gran puerto, un teatro y un hipódromo
Tras ascender al trono, Herodes erigió en el desierto de Judea la impresionante fortaleza de Masada, a la que dotó de un original y lujoso palacio con terrazas superpuestas
Composición con las imágenes del templo de Jerusalén construido por Herodes, de una maqueta realizada por Alex Garrard de Norfolk (Inglaterra), junto a la del monasterio de Petra. Hemos querido así rendir homenaje a la madre de Herodes, de origen nabateo.
Representación gráfica de Herodes el Grande
Herodes I, conocido como Herodes el Grande, reinó sobre el pueblo judío durante prácticamente las cuatro últimas décadas del siglo I a.C.Destacó por su eficaz gestión administrativa que impulsó el comercio y la economía de su pueblo, por el brillo que dio a Judea con las grandes obras realizadas, entre ellas la reconstrucción de la nueva Gaza, la ciudad de Cesarea, o el embellecimiento de Jerusalén, y su nombre está unido a un templo del que los judíos aseguraban:
"El que no ha visto el Templo de Herodes no ha visto lo más bello del mundo". 
Su base estaba donde se alza hoy el Muro de las Lamentaciones, la construcción más sagrada del judaísmo. 
Incluso gestos humanitarios destacan durante su reinado, como el reparto de trigo en el 25 a.C., comprado con gran parte de su riqueza particular a Egipto, en una terrible hambruna que azotaba Judea.
Puerto de Cesarea, una gran obra de ingeniería al estar construido en mar abierto, se considera el primer puerto artificial. Pero no fue esta sólo la gran obra de Herodes en Cesárea: 
Un acueducto, que aún se conserva, un teatro, un palacio, un estadio y un templo dedicado a Cesar Augusto, completan las grandes obras que él realizó.
Vista parcial de una maqueta de la ciudad de Cesarea, que Herodes construyó en honor a Cesar Augusto, con el palacio en primer término
Pero Herodes no supo, o no pudo, conquistar el corazón de sus súbditos judíos:
Para ellos fue siempre una piedra de escándalo y un motivo de rencor. De él les molestaban muchas cosas, empezando porque su reinado había sido impuesto por el poder romano, y lo peor de todo era que mostraba muy poco respeto por las costumbres y leyes de la religión judía, para indignación de los judíos piadosos y observantes, para quienes los otros gestos de este monarca no tenían ningún significado. Al contrario, su figura pasaría a la historia como un rey sanguinario y cruel. Muchos relatos se le atribuyen que realmente no sucedieron, no hay pruebas históricas sobre ellos, como la matanza de niños en relación al nacimiento de Jesús.
¿Quiénes fueron los fariseos y los saduceos?
En el siglo III a.C. se produce una escisión entre los judíos que da origen a la aparición de dos grupos opositores entre sí, y en permanentes luchas internas. De hecho se convirtieron en dos facciones políticas que luchaban por el poder. Fueron los fariseos y los saduceos.
Los fariseos. Su nombre, en hebreo “perushim” (los segregados).  Dedicaban su mayor atención a las cuestiones relativas a la observancia de las leyes de pureza ritual incluso fuera del templo. Las normas de pureza sacerdotal, establecidas para el culto, pasaron para ellos a marcar un ideal de vida en todas las acciones de la vida cotidiana, que quedaba así convertida en ritos y sacralizada. Junto a la Ley escrita (Torah), fueron recopilando una serie de tradiciones y modos de cumplir las prescripciones de la Ley, a las que se concedía cada vez un mayor aprecio hasta que llegaron a ser recibidas como Torah oral, atribuida también a Dios. Según sus convicciones, esa Torah oral fue entregada junto con la Torah escrita a Moisés en el Sinaí, y por tanto ambas tenían idéntica fuerza vinculante. 
Los saduceos, por su parte, eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. De entre ellos habían salido desde el inicio de la ocupación romana los sumos sacerdotes que, en ese momento, eran los representantes judíos ante el poder imperial. Solidarios con el poder romano y colaboracionistas, que en los cargos oficiales encontraban la mejor garantía de conservar sus privilegios. Hacían una interpretación muy sobria de la Torah, sin caer en las numerosas cuestiones casuísticas de los fariseos, y por tanto deshechando lo que aquellos consideraban Torah oral. A diferencia de los fariseos no creían en la pervivencia después de la muerte, ni compartían sus esperanzas escatológicas. No gozaban de la popularidad ni el afecto popular del que disfrutaban los fariseos, pero tenían poder religioso y político, por lo que eran muy influyentes.
















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